miércoles, 9 de marzo de 2011

Miércoles de Cenizas


Puede ser que el Miércoles de Ceniza se nos haya hecho cultural, como el carnaval. Una costumbre más. De allí que es tan importante la advertencia que Jesús nos dice en el Evangelio de hoy: “Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos” Es importante que redescurbramos el por qué de esta celebración penitencial ¿Por qué venimos a la misa del Miércoles de Ceniza? Porque si lo único que pretendemos es hacer lo que siempre hemos hecho, o hacerlo porque así nos lo enseñaron nuestros mayores; porque si no lo hacemos pensamos que no vamos a tener suerte; o para quedar bien ante los demás; o como una manera de auto-castigarnos públicamente después de nuestros excesos de carnaval, entonces ya hemos recibido nuestra recompensa. Pero esa recompensa es bastante mezquina y pasajera. Se desvanece como la ceniza que nos ponen en la frente. La aprobación de los hombres, entendidos como antepasados o como contemporáneos, a nosotros no nos sirve de mucho, porque ella no nos da una completa felicidad del corazón.


Jesús nos propone un Miércoles de Ceniza vivido desde el propio corazón, desde la propia intimidad, para una renovación interior, por eso nos dice: “que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará; cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará; que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” Esa recompensa secreta del Padre es la que nos debe mover a vivir nuestra Cuaresma. Esa recompensa es nuestra conversión que, dicho de otra forma, es la renovación de nuestro corazón, una renovación que nos hace positivos.

Hoy en día se nos propone constantemente que seamos positivos, que tengamos buena onda. Para conseguir la “sensación” de ser positivos se nos proponen muchas cosas, desde salir de viaje hasta drogarnos, pero ¿eso nos renueva verdaderamente? Dios nos propone una auténtica forma de ser positivos; no se contenta con que tengamos la “sensación” de serlo. Por eso nos propone la renovación mediante la conversión del corazón, mediante la penitencia.

Pero la penitencia cuaresmal no debe ser entendida como castigo, ni tristeza, sino como ese proceso de renovación que nos eleva porque nos hace buenos desde la raíz, desde el corazón. Es un proceso que implica necesariamente alejarse de aquello que frustra nuestra bondad. Los otros métodos para ser “buena onda” se quedan en lo superficial y no tocan nuestro interior o, peor todavía, algunos de esos métodos hacen pedazos nuestro cuerpo y nuestra alma. Con el tiempo Cuaresmal Jesús, a través de su Iglesia, nos ofrece un tiempo favorable (Como dice San Pablo en la II Corintios) para SER, más que para SENTIRNOS mejor ¿Alguien de nosotros no quiere estar mejor; SER mejor? ¿Quién no quiere resurgir constantemente nuevo y vivo?

Animémonos entonces a vivir esta cuaresma como esa ocasión propicia para crecer, mejorar. Para hacerlo de tal manera que ese crecimiento personal aproveche a nuestra familia a nuestra comunidad; porque nadie mejora para sí mismo, sino también para los demás.
Encomendémonos a la Virgen María, Madre de Jesús Misericordioso, para que en esta Cuaresma que comienza nos dejemos reconciliar con Dios y a partir de ese reencuentro con el Señor nuestra vida resurja fuerte y positiva..